Misión Catar 2022 22 de noviembre de 2022

Por Vito Amalfitano

“Este es el Mundial, este es el momento”. Fue una frase repetida en periodistas e hinchas en la previa de Qatar 2022. Al completar la idea lo decían más por Messi que por la propia Selección. Es que desde la Copa América que se ganó en el Maracaná, nos encontramos con otro Lío, no el mejor jugador del mundo, como muchos repiten como loros sin demostración empírica, sino como el líder y el estratega que nunca había sido antes. 

En efecto, lo que muchos adelantaron prematuramente, durante casi 15 años, y le hicieron mal a Messi y a la Selección, al adjudicarle el rol de real capitán, líder, conductor, estratega, al final se concretó mucho más tarde porque llegó una natural madurez que no tenía. y en especial porque Scaloni lo rodeó como no lo habían hecho ni Sampaoli, ni Bauza, ni el propio Sabella ni Maradona… 

Este era el Mundial. O este es el Mundial. Con un Messi ya como verdadero líder, con un equipo alrededor que le garantizó hasta acá el abastecimiento de juego, que no lo obliga a retroceder 30 metros para hacerse de la pelota o “tirar el centro e ir a cabecear”. Aunque es cierto que bajo ese manto de cuidados que tejió Scaloni para Lio, se quedó ahora sin el hilado clave, sin el mayor pasador para el 10 en esta era, Giovani Lo Celso.

Al faltar el que hilvana, y aún con el buen partido de Gómez en el primer tiempo ante Arabia Saudita, Messi extrañó a su mejor socio para que Argentina busque por abajo y no se repita por arriba. Pero la pura verdad, la más cruda, es lo raramente impreciso que se notó a Messi frente a Arabia Saudita. Se lo vio sí mandar y ordenar desde las palabras y las señas, pedir tranquilidad, parado desde el medio, pero con una extraña falta de capacidad para desequilibrar con la pelota. Errático, impreciso, poco claro para encauzar a la Selección. Lío empezó muy bien pero terminó muy mal.

Con un latigazo sorpresivo en el arranque que comenzó a transformar en figura al arquero Al Owais. Y cuando “soltó como una lágrima” (Víctor Hugo dixit) el penal que nos dio el VAR. Pero después de eso Messi no apareció con la pelota, no gravitó, más allá de su “nueva” voz de mando, y llamaron la atención sus imprecisiones para tratar de desequilibrar ante los férreos marcadores y el achique de los árabes. ¿Qué le pasa a Messi? Es una de las preguntas que no se pueden evitar ante la gran sorpresa del Mundial. ¿Fue solo un mal partido?

¿Se contagió del desconcierto del equipo? ¿Extrañó demasiado a Lo Celso, y ante un De Paul más impreciso y ausente que él mismo? ¿O acaso no llegó bien físicamente al Mundial, y por eso los trabajos diferenciados? ¿Esos supuestos problemas físicos afectarán la cabeza del futbolista que tiene la presión de que “este es su Mundial”? El hándicap para no llegar 100% al debut, Scaloni solo se lo dio a Cuti Romero (una verdad revelada también en esta pérdida del invicto de la Selección), ¿o acaso también se lo dio a Messi, por razones obvias?

Algunas de esas preguntas se contestarán con urgencias inesperadas ante México y Polonia. Nos mostraron en la presentación del Mundial de Qatar, en Moscú hace cuatro años, que la ciudad de Lusail iba a construirse literalmente para el Mundial. Con su imponente estadio. Nos quedó la idea desde ese momento, hace más de cuatro años, que una ciudad y un estadio nacían para un héroe mitológico. Que Lusail se hacía a la medida de Messi. Habrá que torcer el destino 360 grados y Lío deberá resurgir ya para soñar con jugar allí la final.

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