Misión Catar 2022 20 de noviembre de 2022

Por  Vito Amalfitano

“Mientras yo lloraba a mi hijo en la cocina, mi marido festejaba los goles en el  living”. La frase de Hebe simbolizó nuestras contradicciones en el Mundial ’78, pero dejó sentado con sabiduría que ni el fútbol ni los jugadores tenían la culpa pese a la utilización de los genocidas. 

Justo Hebe, nuestra madre entre madres, nos dejó en el día del comienzo de otro Mundial lleno de contradicciones, también por violaciones a los derechos humanos, de otro tipo, en Qatar. Con crespón negro, entonces, vimos en la TV Pública el partido inaugural entre Ecuador y Qatar. 

El tiempo del fútbol propiamente dicho. El que no tiene la culpa. El juego. La presión de Ecuador fue demasiado desde el comienzo para las buenas intenciones, pero las limitaciones y endeblez defensiva de Qatar, con una inexplicable línea de tres además. Partido de apertura con pocas equivalencias. Se inauguró el VAR automático para marcar off side ¡por un pie!

Pero un pase quirúrgico de Estrada provocó el penal del errático arquero de Qatar Al Sheeb a Valencia, que tradujo la sanción en una definición exquisita, sin pudores ni miedos. ¿Se puede patear un penal con tanta calma en un Mundial? Valencia puede. El propio Enner Valencia, con una cabezazo estupendo, marcó el 2-0, y ya se designó a él mismo como la gran figura de la apertura de la Copa del Mundo.  

Selló el resultado. Casi todo pasó por él en el ataque de un equipo de Alfaro que dio la talla, con una presión axfixiante en el medio campo. Arrancó el fútbol. Las contradicciones no se olvidan. No deben olvidarse. Pero la pelota no se mancha. No debe mancharse. 

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