
Achraf Hakimi, el lateral derecho del París Saint Germain y la Selección de Marruecos nació el 4 de noviembre de 1998 en Madrid. Sus padres habían llegado pocos años antes a España. El papá era vendedor ambulante; la mamá, mucama. El pibe, enamorado de la pelota desde chiquito, empezó a sacar de la pobreza a sus padres cuando llegó a la Primera División del Real Madrid, con solo 18 años.
Pasó primero por la cantera y por una filial del club más popular de España. Zinedine Zidane lo ponía poco y lo cedieron a préstamo al Borussia Dortmund, donde jugó 72 partidos y marcó 12 goles. Cuando debía volver a Madrid lo vendieron al Inter de Italia en 40 millones de euros, y los italianos, a su vez, le dieron el pase al PSG a cambio de 60 millones de euros.
En el equipo francés es titular indiscutido y en la Selección Marroquí también. Juega como lateral derecho, el puesto en el que se siente más cómodo, aunque eventualmente puede actuar como volante de contención o de creación. “Yo juega donde me pongan -dice-, pero como lateral me gusta pasar al ataque por sorpresa”. Tiene buena técnica, es muy rápido y recorre sin problemas toda la banda.
Es compañero de Mbapeé, de Neymar y de Messi, pero dice que el jugador que más admira es el italiano Verrati. “Es imposible quitarle la pelota, siempre está en el lugar correcto y hace todo bien; es un espejo en el que me gusta mirarme”, dijo hace poco en un reportaje en el diario Marca.
Hakimi será una de las cartas bravas de la Selección de Marruecos en el próximo mundial. Su equipo está en la misma zona que Croacia, Bélgica y Canadá, y él sabe muy bien que la parada es complicada pero tiene confianza de que Marruecos llegue a la segunda fase, como ya ocurrió en el ’86, cuando jugaron en la misma zona que Inglaterra, Polonia y Portugal.
A Hakimi no lo silbaron los hinchas del PSG como si lo hicieron con Messi y Neymar, cuando quedaron eliminados en la Champions League, pero sabe lo feo que es que te silben durante 90 minutos. Le pasó en Tel Aviv, en un partido del PSG contra el Lille por la Supercopa de Francia, un trofeo que tradicionalmente se juega en un país extranjero. Los israelíes no le perdonan que hace un tiempo había pedido por “Palestina libre”. A él lo vamos a ver en la próxima Copa del Mundo.