Misión Catar 2022 29 de junio de 2022

Por Vito Amalfitano

La última Copa que ganó Diego recién se puso en juego 29 años después, la motivación para que se vuelva a disputar fue justamente por un homenaje a Maradona a poco de su muerte, y porque en el mismo fin de semana se consagraron campeones Argentina e Italia, y la Selección le hizo honor a su emblema eterno con una actuación de potencia mundial, como cuando él era su capitán.

De Mar del Plata a Wembley, para el 10. En efecto, Diego Armando Maradona, el mejor futbolista del mundo de la historia, dio su última vuelta olímpica el 24 de febrero de 1993 en el estadio hoy imperdonablemente descuidado José María Minella de Mar del Plata, cuando también por última vez la FIFA dispuso disputar la Copa Intercontinental entre el campeón de América y campeón de Europa, hasta ese momento denominada Copa “Artemio Franchi”.

Esa final la jugaron la Selección campeona de Basile y la inesperada consagrada Dinamarca, que había entrado a aquella Eurocopa a último momento. Ahora esa Copa Intercontinental volvió, 29 años después, en forma de “Finalissima”, algo que primero nació espontáneamente por el clamor popular, sobre todo en redes, pidiendo que se juegue una “Copa Maradona”, tras el fin de semana en el que un sábado Argentina se consagró campeón de América en el Maracaná, e Italia campeón de Europa en Wembley.

Los dos países más queridos por Diego, en los dos escenarios dónde más querría ganar. Redondo y mágico. Tanto que enseguida los “dueños del negocio” vieron la oportunidad para generar un mega espectáculo, justo en el propio mítico estadio de Londres. Aquel atardecer dorado de verano en Mar del Plata (el partido empezó a las 18 y la caída del sol sobre el Minella fue una postal natural asociada) Argentina y Dinamarca empataron 1-1, por gol de Craviotto en contra para los europeos, y empate de Caniggia para la Selección, empujando el balón sobre la raya tras una muy buena habilitación del goleador que se convirtió en asistidor, Batistuta (como ahora Lautaro en el gol de Di María).

Se definió por penales y en esa definición otra vez se agigantó la figura de Sergio Goycochea, como en Italia ’90. Primero atajó un envío en la serie de cinco, pero como Caniggia erró el quinto tuvo que contener otro penal en el 1-1 posterior. En esa definición, Maradona remató el primer disparo desde el punto del penal, y otro de los ejecutantes fue el «Cholo» Simeone. Saldaña fue el héroe accidental de la definición de cierre. No era de imaginar que la historia iba a dejar guardados ese día y ese lugar para la última vuelta olímpica para el más grande del fútbol.

Pocas veces el Minella estuvo tan desbordado para un partido, quizá solo para el encuentro de su inauguración oficial, justamente en un partido de Italia, el primero del Mundial ’78, en lo que se llamaba estadio Ciudad de Mar del Plata, que fue 2-1 ante Francia. Esa vez hubo 42 mil espectadores, más que la capacidad permitida de 33 mil, y algo parecido ocurrió en aquel Argentina-Dinamarca, cuando el aforo se había reducido a unas 30 mil personas y hubo casi 35 mil.

Albino Valentini, quien trabajó en la organización de ese encuentro y estuvo al frente de más de 25 torneos de verano dijo aquella vez : “No quedó un lugar ni en los pasillos, más público que en cualquier Superclásico, incluso el que jugó el propio Diego”. “No sabía, la verdad, que esta Copa se había jugado por última vez con Diego y que esta Copa la había levantado él”, reconoció Messi tras el brillante 3-0 ante Italia, emocionado por levantar el trofeo similar al que elevó el más grande, en lo que había sido su última vuelta olímpica.

Por esos duendes que a veces se posan o duermen sobre los grandes escenarios del fútbol, es que se produjo este viaje mágico en el tiempo, de Mar del Plata a Londres, 29 años después, de una Copa levantada por Diego a otra levantada por Messi con una actuación consagratoria como homenaje. Esos duendes quizá hicieron que Diego marcara los dos primeros goles de su carrera en Primera en Mar del Plata, y diera su última vuelta olímpica también en la ciudad balnearia. En un estadio mítico mundialista, el Minella, también el de la chilena de Enzo Francescoli.

Esos u otros duendes más jóvenes se posaron sobre Wembley para que el homenaje a Diego fuera redondo. Contra su igual querida Italia, pero con una actuación consagratoria de su Selección Argentina, con un 3-0 a puro fútbol, ya sin un equipo Messi-dependiente, pero con un capitán que brilló aún sin goles. Y con Di María definido como figura y goleador.

Otro de los destacados en un equipo en serio como el de Scaloni fue Lautaro Martínez, quien marcó el primer tanto y asistió a Di María en el segundo con una corrida impresionante, desde la mitad de la cancha. Dybala puso el sello con un remate fulminante. Un rayo de luz final de ese viaje en el tiempo mágico del Minella a Wembley, de Mar del Plata a Londres, de Messi y cía. para Diego.

Ya llega Qatar. “El Mundial es otra cosa”, alertó Scaloni. El camino se disfruta por sí mismo, más allá del punto de llegada. Más si mientras tanto se grita Campeón.

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