Juan José Panno 11 de marzo de 2022

Jorge Mario Olguín, pese a que era muy resistido, jugó los siete partidos del Mundial ’78 y fue importante en la obtención de ese título.

Olguín, nacido en Dolores, Provincia de Buenos Aires, el 17 de mayo de 1952, se inició en Alvarado de Mar del Plata y jugó en San Lorenzo, Independiente y en Argentinos Juniors, además de disputar un total de 60 partidos en la Selección Nacional, 12 de ellos en las Copas del Mundo de 1978 y 1982. Fue campeón de torneos locales en los tres clubes en los que jugó y en Argentinos, además, actuando como volante, ganó una Copa Libertadores.

Su puesto natural era el de marcador central cuando César Luis Menotti lo convocó por primera vez en el ’77 para jugar en la Selección. El técnico lo probó primero como central, pero luego decidió que Luis Galván debía jugar en esa posición, y lo corrió a Olguín como lateral derecho. No le costó mucho adaptarse al puesto porque había jugado algunos partidos en Alvarado, y también en San Lorenzo marcando punta. Pese a los reclamos del periodismo que en esa posición quería imponer a Vicente Pernía, Olguín se fue ganando el puesto gracias a su técnica, su solidez en la marca, y su capacidad para salir jugando y abastecer a los volantes en la salida desde el fondo.

En la final contra Holanda jugó un partidazo pero cometió un error, a medias con Fillol, que dio lugar al recordado tiro en el palo de Rensenbrinck, que pudo costar el campeonato.

De la celebración de los argentinos en ese partido se recuerda muy especialmente el prolongado abrazo de Menotti y Olguín, quien no podía parar de llorar de la emoción. El mejor homenaje que Olguín le hizo al Flaco fue ponerle el nombre de César a su hijo, que nació un mes después de aquella final.

Olguín estaba tan convencido de la línea de juego de Menotti que no quiso atender el llamado de Carlos Bilardo, que quería incorporarlo al plantel que se empezaba a entrenar pensando en el ’86. Siempre fue muy crítico de Bilardo, pero habla maravillas de Osvaldo Zubeldía, de quien dice que era un gran técnico y un señor fuera de la cancha.  

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