
Brasil ya está con la cabeza puesta en Catar, hace tiempo de esto: figura entre los primeros que lo consiguieron. Ocurrió igual que para la cita de Rusia 2018. No fue fácil en aquel entonces, sin embargo. Hubo en 2016 un comienzo flojo en las eliminatorias bajo la gestión técnica de Dunga, tanto que penaba en un desalentador sexto lugar entre diez, lo que equivalía a decir que quedaba afuera, incluso, de un eventual repechaje. La Confederación Brasileña echó a Dunga y puso en el banco a Adenor Leonardo Bacchi. Y con eso levantó.
Simplifiquemos: Adenor Leonardo Bacchi se hace llamar Tite, para que resulte más sencillo. Dicen que lo hizo por recomendación de su amigo y antecesor en el cargo, Luis Felipe Scolari, Felipao.
Tite nació hace 60 años en un pueblo de Río Grande del Sur, la región agrícola ganadera rebelde que alguna vez quiso ser república independiente, más identificada con la vecina Uruguay que con el norte brasileño. De ahí el apodo de gaúchos de sus habitantes. Jugó en equipos modestos: Caxia, Esportivo, Portuguesa y Guaraní. Hasta que una lesión ligamentaria crónica lo sacó de carrera con apenas 28 años.
Sin escalas se reconvirtió en entrenador. No le fue mal: ganó la Copa Libertadores y el Mundial de Clubes con Corinthians, más la Copa Sudamericana con Inter de Porto Alegre.
Con la Selección Brasileña llegó a cuartos de final en Rusia 2018: lo frenó la sorprendente Bélgica venciendo a sus dirigidos 2-1. Contra todos los pronósticos, le renovaron el contrato. Al año siguiente, la verdeamarela conducida por él triunfó en la Copa América y en 2021 casi repite: perdió la final del torneo subcontinental con la Argentina.
Tite se define como un estudioso del juego. Admite que ha leído libros firmados por Pep Guardiola, Diego Simeone y Johan Cruyff, confiesa que admira a Carlos Bianchi y a Carlo Ancelotti. Es hombre de misa diaria, acostumbrado por décadas a rezar junto a su madre Ivone, fallecida en 2019.https://microgamingroulettecasinos.com