
Kevin De Bruyne es uno de los candidatos a erigirse en la figura del Mundial de Catar. El futbolista belga, nacido en la ciudad de Drongen, el 28 de junio de 1991, ha tenido una notable evolución en su juego y es en estos tiempos una figura clave en el funcionamiento del Manchester City y de la Selección de su país.
Juega de mediocampista ofensivo, es hábil para gambetear, inteligente para ocupar los espacios vacíos y para manejar los tiempos, preciso para los pases filtrados y letal en los remates de media distancia.
Se inició en el Genk, un club belga, pasó en el 2012 al Chelsea que por entonces dirigía el portugués José Mourinho, con quien no estableció una buena relación. De Bruyne reveló que el entrenador le mostró estadísticas de otros jugadores que rendían más que él, y pidió que lo vendieran, porque sentía que no lo querían en el club. Mourinho dio marcha atrás y pidió que se quedara, pero la transferencia ya estaba hecha. De Bruyne pasó por el Wender Bremen, por el Wolfsburgo, y finalmente recaló en el Manchester City, que desembolsó 54 millones de euros por su pase.
El crack belga jugó los mundiales de 2014 y 2018, y convirtió dos goles en nueve partidos. En toda su carrera en la Selección mayor disputó 75 partidos y convirtió 19 goles. No hay datos precisos sobre sus pases de gol o sus inicios de jugadas que terminan en gol, pero son muchísimos más que los goles. “Me hace más feliz una buena asistencia que un gol”, suele declarar.
En su historial figura que en el 2014 participó de una promoción de unos Juegos Especiales que organizaba Bélgica. Se lo veía con sus rasgos deformados y una voz en off preguntaba si De Bruyne tendría menos seguidores o no sería ídolo si fuera dowm. Creció admirando a Zidane y a Owen. Miles de chicos belgas crecen hoy admirando a De Bruyne.