Juan José Panno 17 de octubre de 2021

Un caso extraordinario el de Luis Monti en la historia de  los mundiales de fútbol. Es el único futbolista que jugó dos finales de la Copa del Mundo, representando a las selecciones de dos países distintos: Argentina en 1930 e Italia en 1934.

Monti, según lo definió en su momento la revista El Gráfico era un jugador disciplinado para la marca, técnico para el pase y con habilidad para la gambeta. Gracias a su despliegue y a su portentoso físico, que le valió el apodo de «Doble Ancho», fue un centrojás de la vieja escuela, dominador del círculo central desde donde comandaba las acciones defensivas y ofensivas del equipo 

Nació en 1901 en Buenos Aires, se inició en Huracán, ganó el Campeonato Argentino en 1921, tuvo un fugaz paso por Boca, y alcanzó su pico de popularidad en San Lorenzo, el club en el que se llenó de gloria. Fue un emblema de un equipo que ganó tres títulos en cinco años.

Debutó en la Selección en 1924, fue campeón sudamericano, capitán del equipo en los J.J.O.O. de Amsterdam e integró el plantel que disputó la final del Mundial de Uruguay en 1930.

En los días previos al partido decisivo, Monti recibió en su habitación una carta que lo amenazaba de muerte a él y a su familia. La única muestra de cordialidad la obtuvo de Carlos Gardel, que en la concentración argentina cantó un tango que lo menciona en uno de los párrafos “Chingás a la pelota/chingás en el cariño/el corazón de Monti/te falta, che, chambón». «Tuve mucho miedo cuando jugué ese partido, porque me amenazaron con matarme a mí y a mi madre”, dijo. Había pedido no jugar la final, pero la lesión de Adolfo Zumelzú no dejó otra variante.  

Monti se había convertido en la víctima preferida del periodismo, que lo responsabilizó de la derrota, y en ese marco  acepto rápidamente la oferta de la Juventus para jugar en Italia. A Turín llegó a los 30 años, fuera de estado, con varios kilos de más, pero pronto se puso a punto y ganó cuatro campeonatos. Fue nacionalizado para poder jugar el Mundial del ’34 junto con Raimundo Orsi, Atilio Demaría y Enrique Guaita. Aquel equipo jugó bajo la amenaza del dictador Benito Mussolini, que los sentenciaba a a muerte si no ganaban. Italia se consagró campeón y años después Monti reflexionó amargamente: «En el ’30 me mataban si ganaba, y en el ’34 me mataban si perdía».

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