Misión Catar 2022 13 de agosto de 2021

Por Marcelo Andro

En nueve meses, poco más, los dioses del fútbol parieron tres hechos inesperados y conmovedores: la muerte de Diego Maradona, el título de la Selección Argentina en el Maracaná, el desembarco de Lionel Messi en el París Saint Germain.

La trilogía de sucesos tuvo el denominador común de la sorpresa. En general se creía que Diego seguiría gambeteando para siempre. La Copa América estaba lejos de Brasil, tendría sede compartida entre Argentina y Colombia. Y con el famoso burofax atrás en el tiempo y la victoria de Joan Laporta en las elecciones, nada hacía prever que la Pulga se despediría ahora del Barcelona.

Y sin embargo… el Diez ya no está con nosotros (al menos en este plano). El 10 de julio Messi rompió el maleficio “Selección mayor” levantando el trofeo en Río de Janeiro. Y el 10 de agosto se asomó por la ventana de un aeropuerto en París para saludar a los hinchas.

Se repite la letra inicial: Maradona y Messi. Y también: Maracaná. Y algo más: Metamorfosis. Si el genial Frank Kafka fuera contemporáneo, quizá también hubiera encontrado inspiración en este futbolista menudo de contextura y gigante de talento.

No fue de un momento a otro, como le sucedió a Gregorio, el protagonista de la notable novela kafkiana, más bien la transformación de Messi se ha venido dando a lo largo de un proceso que quizá tuvo su primer mojón en la Copa América 2019.

Entonces, la Pulga, ya sin el capitán sin cinta Javier Mascherano a su lado, consciente o inconscientemente asumió un rol diferente, más osado, que incluso lo llevó a enfrentarse con la Conmebol (y ser sancionado por ella).

Más para bien que para mal, el rosarino se “maradonizó” por aquellos días en Brasil. Y en 2020, ya con el mundo cambiado para siempre por la pandemia, el célebre burofax enviado al Barcelona puso blanco sobre negro que Lionel también podía enojarse con el club que lo había cobijado durante dos décadas.

Más allá de los pormenores y de las responsabilidades que desembocaron en el divorcio con el club catalán (y del genuino dolor por la partida), el cambio de camiseta supone para Messi una oportunidad para seguir creciendo como jugador y como persona.

Hasta ahora, Barcelona representaba su zona de confort, algo así como la casa materna-paterna, que en algún momento es necesario abandonar para explorar nuevos territorios. Que ahora serán una ciudad y una liga nuevas, y el desafío por conseguir una Champions League inédita para el PSG.

Claro, con la mirada puesta fundamentalmente en Catar 2022. El primer paso está dado.

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