Juan José Panno 22 de junio de 2021

Lunes a la noche. La selección te invita a comer un asado. Olorcito a leña, Hmmm. ¡Qué rico!. Mirás la formación y ya se te hace agua la boca. Está Messi, que no iba a estar y eso quiere decir que seguro va a haber un poco de lomo. La parrilla esta medio oxidada, es una parilla brasileña, cancha poceada que hace saltar la pelotita, pero bueno, no le das importancia. Te enterás que están el Kun, Papu Gómez y Fideo Di María, vinitos añejos, de exportación y te crece el entusiasmo. De entrada medio choricito, Messi encara por la derecha, amaga y se va por el medio, un poquito de chinchulín, la toca para Di María, pedacito de provoleta, pica por la derecha el pibe Molina, riñón crocantito, Di María filtra el pase entre los defensores rivales, llega el Papu en diagonal, molleja, probá qué delicia esta molleja, la pelota por sobre el cuerpo del arquero, golazo. Faaa, hoy es el día. Ahora viene el espeto corrido pensás, tipo Rodizio. Pero la cosa se demora, el vacío llega medio crudo, esperas asado y te dan faldutti, te dicen que se olvidaron de poner la colita de cuadril, te das cuenta que la tipa se quedó sin brasas y que la riñonada y la bondiola te la debo, que los jugadores están cansados, que había que hacer muchos cambios de último momento, que está todo bien, te preguntan si te quedaste con hambre y decís que no, hambre no, pero sabés que lo que te queda es esa mezcla de gusto a poco y gusto a nada. Una pena. Te dicen que el lunes de la semana próxima te van a invitar de nuevo. Y vas a ir, claro. Siempre vas. .

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