
Por Vito Amalfitano
Con hambre y sed. Como si no fueran campeones del mundo. Por primera vez por los puntos con la tercera estrella estampada. El modo Scaloni los hace salir a la cancha como si empezaran de nuevo, como si no hubieran ganado nada. Pero el clima del Más Monumental, aún mesurado, les hace recordar el título que comienzan a defender.
Con hambre y sed. Con «Cuti» Romero cerrando sobre Enner Valencia como Mascherano ante Robben. Con De Paul tirándose a los pies para levantarse y empujar a un rival imponiendo condiciones.
El espíritu está intacto. En el juego, en cambio, se observa cierta desconexión. En el primer tiempo un equipo demasiado largo ante la presión alta de Ecuador. No obstante, a punto de ponerse en ventaja sobre el final de la etapa con un remate en el palo de Lautaro Martínez, tras centro de Nahuel Molina. En el complemento, Argentina más lanzada en ataque pleno, recién genera peligro a los 23 minutos con una apilada clásica de Messi de derecha hacia el centro, que termina en remate abajo que contiene con esfuerzo el arquero.
Pero a los 32 minutos explota y destraba todo la Selección una vez más, con una aparición brillante del mejor jugador del mundo. La ejecución precisa de Lío en el tiro libre abre, al cabo, el camino hacia un nuevo Mundial.
Con el alma de un campeón, con un público que se siente campeón, con menos fútbol como equipo, con Más Messi para volverte a ilusionar.