Misión Catar 2022 27 de marzo de 2023

La celebración no tiene fin. El que es campeón del mundo festeja como quiere. La frase se patentó masivamente. Pero en tiempos en que todos quieren/queremos participar y todas y todos nos sentimos campeones del mundo, los verdaderos protagonistas seguro son los primeros que desearían que nadie se sienta afuera. 

Estamos ahora entre las dos primeras funciones de esa fiesta interminable. Entre la noche Monumental y la del Madre de Ciudades. No estaría mal lo que estuvo bien, y lo que estuvo mal en el festejo inicial de cara a lo que se viene.

Un show extraordinario. Una fiesta que llegó a lo más profundo del corazón. Desde lo organizativo y lo emotivo, casi 10 puntos. Bien coordinada la llegada de los campeones, sin necesidad de helicópteros. Bellísimo lo de una Copa para cada héroe, conmovedoras las palabras de los dos Líos, Scaloni y Messi, tanto como escuchar el tema de Wos en este contexto, y después de haber sido la banda sonora de la capacidad de resiliencia de esta Selección. “Y no pidas que no vuelva a intentar …”. Y vaya si esta Selección, Messi, Di María y compañía no se rindieron pese a la acumulación de pasadas decepciones. 

Envolvente la voz de Ariel Ardit, hasta llegar a las entrañas, y las lágrimas de los futbolistas y el entrenador y los espectadores. Imponente escuchar La Konga, tanto como el nuevo Más Monumental. Nada como oir el “Muchachos…”, en el festejo de las tres estrellas. 

Además, un partido. En las indicaciones y los gritos y las corridas de Scaloni, para reencauzar la búsqueda de los campeones del mundo para quebrar el esforzado vallado de Panamá, se entiende mucho del compromiso de este equipo. En el deseo, concretado, de marcar un gol de Messi en esta celebración tanto como en el Mundial, se comprende lo que significó para Lío el reconocimiento final en su propio país, después de todas las vueltas de esta historia.  

Todo eso es lo que se vivió y se sintió desde el palco de prensa. El show, la calidez y la profundidad de la fiesta, la organización externa, el partido, los tiros libres de Messi para los goles deseados como si fueran en competencia bien seria. Si todo eso no fue 10 puntos fue por el escaso protagonismo que se le dio a los campeones del ’78 y el ’86. Sigue faltando el gran homenaje para todos, todos, sin excepciones. 

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Pero también el jueves pasado nos dimos una vuelta por la tribuna, por la Sívori Media, y desde allí se disfrutó todo aquello que percibimos desde Prensa, porque al fin y al cabo la gente fue para eso, pero también se vivieron otras sensaciones muy diferentes. Ya el análisis de lo organizativo pasó por otro prisma. Quienes pagaron nada menos que 25 mil pesos por un lugar allí, se tuvieron que conformar con una entrada sin numerar, y muchas familias que llegaron a eso de las seis de la tarde, casi tres horas antes del partido, ya se quedaron sin ubicación y tuvieron que pelearse con controles para que los dejen sentarse en algún pasillo. Ni que hablar quienes llegaron más tarde. 

Y quienes arribaron a esa hora o aún mucho más temprano, en varios casos, directamente al cabo de viajes desde el interior del país, no pudieron entrar con comida o bebida, y tampoco pudieron comprar dentro de la cancha. Hasta las seis de la tarde las largas filas en los puestos del anillo, detrás de la tribuna, terminaban primero con un “no hay más hamburguesas…”. Y entonces solo quedó comprar el paquete de papas fritas de 45 gramos a 900 pesos! o una cajita de “Saladix”a 800!. Al rato, los primeros de las largas filas se encontraron con un “no hay más gaseosas, no hay más agua…”. Al punto de que los vendedores ambulantes empezaron a entregar vasos de plástico con el hielo que les quedaba para que decenas de asistentes pudieran tomar al menos agua del baño. Increíble para un espectáculo que debía estar a la altura de un campeón del mundo.

Ya de por sí fue una velada para pocos. Aunque fuera una multitud de 80.000 personas. Plateas a 48.000 o 25.000, populares a 12.000, no son para cualquiera de los 5 millones que se quedaron sin balcón por la mezquindad de quien sabe quien. 

Pero para pocos también fue sacarse la sed de horas encerrados en un estadio…  

Ver a Messi no tiene precio. Ni siquiera el de estar con niños y niñas desde muy temprano sedientos y hambrientos, sin ninguna solución posible. Todo se soportó. Hasta sentirse como en el desierto de Qatar sin agua y sin comida, en el propio cemento del Monumental. Los tiros libres de Messi fueron la redención. Cantar por la Scaloneta, tener cerca a la Selección de los Líos, perdonó todo. Cuando se ama se dejan pasar cosas…. 

El prisma de las plateas o tribunas fue distinto, entonces. Para ver a la misma Selección que nos da orgullo. Aunque algunas cosas den vergüenza. El propio Messi haría un Lío si se enterara que los pibes que fueron a verlo por primera vez pagaron una fortuna, y no tenían ni agua para tomar… 

Bien vale tenerlo en cuenta. O para la función de Santiago del Estero o para lo que venga.  

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