Misión Catar 2022 19 de diciembre de 2022

Por Vito Amalfitano

Uno de los mejores de los nuestros, sino el mejor, Ezequiel Fernández Moores, escribió el miércoles pasado de los “Licaones”, los perros salvajes depredadores de Africa de los que a su vez le había contado el escritor Juan José Becerra. Menos mal que todavía existe el buen periodismo y los buenos periodistas aún en los medios que trataron de vulgar a Messi, y están en contra de todo lo que sea una alegría genuina del Pueblo.

Afortunadamente siempre tenemos un Ezequiel como antídoto. No es cuestión de hacer periodismo de periodistas sino de marcar diferencias y ser justos con nuestro oficio, casualmente cuando se trata de medios que atentan contra la Justicia verdadera y disfrutan de las condenas a inocentes mientras defienden genocidas. 

Ezequiel escribió sobre los perros salvajes de Africa refiriéndose a los jugadores de la Selección Argentina. Asi salieron a la cancha siempre en Qatar, desde la inesperada derrota inicial ante Arabia y con todo un Pueblo acompañándolos, en las Bomboneras, en las que transformaron el Lusail en 5 partidos y el 974. 

Pero fueron perros depredadores, “licaones”, Leones, pero siempre a partir del juego como premisa. Así disputaron el partido de sus vidas y de nuestras vidas. Así depredaron al que era campeón del mundo. Salieron como Leones africanos, jugaron como verdaderos futbolistas argentinos. Con Toque y devolución, talento colectivo y juego asociado a la máxima potencia. Presión total con el más grande caudal de fútbol, un caudal que no se repetía desde España 2010, pero con más agresividad que ese equipo. 

Fue el más extraordinario triunfo de La Nuestra. Solo comparable con aquella victoria ante Holanda en el Monumental en el ’78. Cuando la Selección jugó con nuestra identidad pero con futbolistas que salieron también como Leones depredadores, solo basta con recordar las imágenes de aquel Kempes y aquel Luque. Pero  también la victoria más “dramática”, en la final más extraordinaria de la historia. Sobreponiendose a todos los empates y hasta a un Mbappé imparable.

Con el plus de Dibu, siempre. En el medio estuvo Diego. Una anomalía única e inesperada. Después vinieron intentos de recuperar La Nuestra, la frescura de los equipos del Coco y el proyecto de José. Pero con mucha confusión en el medio. Entre la involución de creer en otra cosa diferente a nuestra propia identidad y el pecado de rodear mal a Messi y adelantar sus tiempos y cargarle las mochilas que estaban en condiciones de portar otros. 

Llegó un tal Lionel Scaloni para acomodar todo. La heladera en la cocina, el sillón en el living, el bidet en el baño. Casual o no casualmente con César Luis Menotti como Director Nacional de Seleccionados Nacionales. Quien recuperó La Nuestra hace 45 años para marcar un antes y un después en el fútbol argentino, y transformarnos en la potencia que debimos ser desde mucho tiempo atrás por la herencia genética de los Moreno, los Sívori, los Tucho Méndez…

Scaloni, otra anomalía, apareció para ponerle por fin abastecedores a Lio, la segunda gran anomalía después de Diego, y formar un conjunto que  dejara de ser Messi dependiente para transformarse en un equipo con todas sus atribuciones, y que además supiera aprovechar de una vez por todas al As de Espadas. Así, la La Nuestra, del toque y devolución, del fútbol asociado, de la gambeta, de la presión con juego y no alocada, dio por tierra por fin con las excentricidades tácticas.

La línea de 5 o de 3 fue un recurso extraordinario, nunca un sistema, aunque algunos quisieron creer que se retrocedía en el tiempo para volver a aquella vieja confusión. Argentina ganó la tercera. Está entre los más grandes del fútbol mundial. La estadística conceptual, táctica e histórica seguirá diciendo que no existen los campeones del mundo con las líneas antinaturales de 3 ó 5 defensores. Salvo que tengas al mejor Maradona. La excepción que confirmó la regla. A algunos nostalgiosos se les hacía agua la boca pero Scaloni se decidió por la nuestra.

Ir a buscar sin depender del rival. Pero ir a buscar con juego, no con un ataque ciego bielsista. Con Leones deprepadadores pero siempre con la pelota al pie, a la máxima velocidad. Lio y cía en la cancha, Scaloni y y todo el cuerpo técnico pekermiano, fueron los más representativos jugadores del verdadero querido viejo fútbol argentino.

Tocadores de potrero, perros salvajes depredadores, hasta para recuperarse de las peores adversidades en medio de un mismo partido, y un grupo de amigos, aquella premisa de Dolina tan vigente para el juego más maravilloso, que ayer alcanzó su máxima expresión nada menos que en el mayor escenario, el de una final de Copa del mundo. 

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